En las facetas de la historia de la humanidad gran parte de la vida las personas solemos amar aquello que se ha hecho inalcanzable. Esa mágica caja que hasta no saber su contenido es un colosal elemento de tentación e inspiración, lejos del odio y más cerca de la divinidad. Queremos encontrar el significado e iniciamos los pasos para localizar la puerta adecuada para salir del callejón, esa puerta bendita que nos llevará a encontrar algo más que la ya conocida vida. Qué vida, se preguntarán todos aquellos que no han sabido enfrentar al miedo y perder la batalla del día, derramar lágrimas que purifican el rostro de experiencia bendita. Solo lo pasajero y efímero es justificación para el pobre iluso que se mofa de aquel que derramó algo más que lágrimas para llegar más allá de la ilusión.
En ese callejón donde muchas veces encontramos personas que han quedado como piedras en el camino, en ese mismo lugar nace la esencia del perdón. Un argumento que sacude el cuerpo y critica a no haber sido lo que hasta ahí fuimos. Una estupidez que nos siguió hasta entonces gobernó por cientos de años. Toda una eternidad. Sin embargo, al salir del callejón, apreciamos la luz como herramienta de superación, pero valoramos más el poder de la oscuridad ya que gracias a ella supimos avanzar como cuerpo, alma y mente.
Las personas crecen gracias a la esencia del callejón, muchos quedan en el camino, otros prefieren dar la vuelta, y cientos de miles ni siquiera intentan pasar por la oscuridad del callejón. Esa idea está fuera de la discusión.
Intentar es una alternativa, no hacerlo una contradicción.