Las cálidas palabras que engalanan tus verbos,
imitan nuestra pasión,
comenten nuestros sensibles errores que afectan al corazón,
es tan sensible y doloroso,
radiante como difuso
penetrante e incoloro.
Fue una etapa,
un capítulo
un deseo,
pero por sobre todo
jugó la magia y la emoción,
ambos posibles pero prohibidos.
Y me decía…
qué bello es el amor;
con su pequeño silencio
nuestros minutos prohibidos,
el triste, triste orgullo rendido
y la decisión siempre en vilo.
Apartarme no fue renunciar, más al contrario
fue para aguardar en nuestra sala de espera,
en aquella curiosa casita donde escribimos…felicidad.
Solo sé que si no te tengo, no te pierdo
que mis latidos no me defraudaron,
que me enseñaron a no guardar mis sentimientos,
y por sobre todo a entender que con un pequeño flechazo
y una nadita de pasión,
el fuego del amor tiene vida
y eso quedará como “nuestros minutos”.