Parque de emociones

En aquellos años, transitó por el “Paseo del Cid” una pequeña niña, una curiosa figurita de rasgos asiáticos. Caminaba por el lugar con mucha ternura, una media sonrisa y una gotita de lágrima en el ojo izquierdo. Poco a poco una bella canción envolvió el momento y las miradas expectantes florecieron en el entorno de la singular y pequeña nipona.

Su pequeña cabeza tenía un objetivo bastante claro, pero no sabía cómo se resolvería semejante emoción en un pequeño cuerpo de ojos medio abiertos. El posible colofón de sus sueños era un curioso parque que rodeaba el oscuro lugar de donde salía; se veía de frente, era un sitio distinto y colorido; un lugar donde relataría el sube y baja de miedos, tristezas, alegrías y otros.

La niña y su parque de emociones habían permanecido recluidas y explotadas durante mucho tiempo por soldados occidentales. El puerto de embarque y desembarque tenía el nombre del Cid. Un lugar que tuvo juegos artificiales por circunstancias bélicas y no por la sana voluntad de emocionar a un pueblo mudo.

Al respecto de las emociones, un viejo músico decía lo siguiente:

Son las emociones que nos envuelven, a veces nos presionan, te deprimen o te inducen a ser lo que en verdad no deberíamos ser. Es un parque donde encontramos lágrimas, sonrisas y, muchas veces donde nacen nuevos sentimientos.

En algunas oportunidades, quizá en muchas, hablamos del amor y creemos saber absolutamente todo acerca de ese algo, un suspiro que por muchos instantes convierte los sueños en realidades latentes, cobran vida y nos devuelven la pasión, el romance, y cómo no, la bella canción que envolvió el momento clave de nuestra vida.

Llevamos recuerdos a bordo sin justificar el peso y el valor que tengan, simplemente las acogemos como grandes señales de existencia y posibles desastres que nos impidan llegar al sueño anhelado; correr y disfrutar de nuestro pequeño y curioso «Parque de emociones», esa es nuestra misión.

-Palabras profundas de un hombre viejo, pero experto-

Al atardecer, dichas palabras se convertían en poéticas canciones, melodías que emocionaban a la pequeña niña de ojos “medio abiertos”. El miedo moría en ese instante, y la sonrisa, era entera, y las lagrimitas, de felicidad.

Vuelve pronto, pequeña niña de rasgos sin igual.

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