La duda, el gran mal que hace tanto bien

Es extraño que la vida, como tal, como ese “algo” de bondad y abundancia, amor y desamor, enfermedad y salud, atraiga todo aquello que muchas veces no necesitamos. En ciertos momentos, la vida, algo imaginario hasta que no lo vives con experiencias, es muestra fehaciente de que hay algo más allá de la misma vida. Generalmente la sociedad civil confunde conceptos del rol de la vida, en ella tenemos una forma de vida, lo que llamamos una filosofía para el vivir. Al respecto y para cumplir tal cometido relacionamos la ética-moral, y la religión. Las mismas con un papel muy diferente, pero que intervienen en la vida diaria del ser humano. La ética-moral será aquello que nos permita vivir algo mejor en ésta vida. La religión por su parte, será la búsqueda de algo mejor que la vida. Pero, ¿qué es la vida?, o más inquietante aun, ¿quién creó esa vida?

Sin ir más allá de una simple apología de estimar lo inestimable de la teoría de la creación del hombre por parte de la ciencia, o la defensa por parte de la religión, tendremos que justificar como algo capital el porqué de esas preguntas. Si bien es cierto, que el hombre como especie en los últimos años y en su vida diaria o rutinaria, no le interesa saber en definitiva su procedencia, ya que su mente ha sido manipulada por factores externos para sobrevivir el día a día, para buscar algo más que simples o complejas teorías que encuentren algo, pero que no solucionen sus afecciones diarias: salir de la pobreza, o tan si quiera, no llegar a serlo. El ser y el estar.

No obstante, el ser humano necesita saber la verdad, y a raíz de ello descubrió en la filosofía una manera de buscar esa verdad. Una forma de interpretar una realidad, un contexto. Un pretexto para salir a la caza de unas posibles respuestas que aún quedan en la nebulosa del pensamiento racional.

Ahora bien, en la infinidad de las cosas, también están los pequeños detalles, y un detalle tan “diminuto” de cuatro letras, pero con una fuerza colosal que llevó el pensamiento del hombre a escenarios inciertos es aquello que llamamos DIOS. Si hay alguien que pueda responder con contundencia el origen de la vida es él. He aquí la tesis más cuestionada de todos los tiempos. – ¿Existe Dios? –

Y qué puedo decir o argumentar, quizá un exceso de ignorancia. Yo solo sé que no se nada acerca de Dios, pero lo que sí sé, es que necesito saber más de él. Existe en mí, un deseo arrollador de encontrar el porqué de mi duda, pero mi duda es insignificante cuando hay algo en mi más fuerte que el propio cuestionamiento de esa duda. Ya que la duda, es fruto de un pensamiento, y si hay en mí ese pensamiento (esas imágenes que nacen en el interior de mis placeres intangibles), entonces esa duda debería no existir. Por lo cual, si existe en mi pensamiento alguno, entonces hay algo más de lo que debería saber. Y hasta saber qué es aquello que no encuentro, sabré que hay «alguien» que sabe más que yo. Y ese alguien que puso en mi tal pensamiento, debería ser Dios.

Es probable que la búsqueda de la verdad intente jugar a las escondidas, es más, algunos grandes decían que a Dios le gusta jugar a las escondidas. Debido a la existencia “tangible” de la pobreza y la miseria, y la ausencia de ese ser omnipotente y todopoderoso para acabar con dicha existencia. Entonces nacerá la gran duda, Dios: ¿algo, alguien o nada?

La duda, es el gran mal que hace tanto bien. Sin ella, existiría la perfección. Y si existe la perfección, no tendríamos por qué dudar del origen de la vida, y en consecuencia la palabra sería algo más dentro de un todo, ya que DIOS es la perfección, y al eliminar la duda de nuestro ser nos convertimos en seres perfectos. Un DIOS.

Somos lo que somos, creación divida o polvo de estrellas, pero tenemos la imperiosa necesidad biológica de saber algo más de la vida. No nos vale una simple respuesta, buscamos la verdad por muy compleja que sea.

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