El universo del amor, los palacios y la luna

 

Los palacios son un espacio muy peculiar, las pequeñas princesas adoran los pequeños palacios, ya que allí pueden jugar a ser reinas. Pero muchas veces, estos grandes palacios son testigos de diversas situaciones. Desde pretendientes a caballo, intrusos intentando robar a la princesa y seres ligados al universo.

En este mundo de la aristocracia donde la magia, colores, aventuras, grandes banquetes y noches inagotables, surgen los romances menos esperados y los más codiciados.

El amor es un viaje que tiene los boletos vendidos, el comprador se llama universo, y este infinito se encarga de repartir los boletos bajo un estricto misterio. En todos los palacios, todos los presentes anhelan un viaje a la aventura del amor, los canallas vendedores de sueños llegan a los palacios con los supuestos boletos, muchas princesas caen en sus lenguas afiladas y otras muchas sólo esperan en la sala de espera.

Así pues, hubo un buen día que uno de los palacios celebró una gran fiesta donde se esperaba a una gran asistencia de personas muy importantes. Pero, en medio de este gran evento se encontraban dos extraños enamorados, ambos con un pasado intenso, un presente distinto, mágico y emocionante. ¿Futuro? Uno de ellos sólo quería vivir el presente, por lo tanto, ambos dejaron que el tiempo siga su rumbo.

En esta noche tan particular había muchas personas con ganas de conocer el amor, por lo tanto, todos los vendedores estaban preparados para vender esos supuestos boletos del amor.

Los dos seres tan peculiares enfrascados en sus mundos y sus batallas personales, no se daban cuenta que la noche era mágica, que el universo tenía serios planes para ellos y que cualquier encuentro dejaría una huella muy profunda.

La hora propuesta por el universo no podía cambiar, y así fue, no se cambió. Antes de iniciar el gran banquete, los elegidos se encontraron en la antesala del salón Anton Van Dyck, clavaron sus miradas, se acercaron uno al otro, no dijeron nada y minutos después ya se encontraban en un lugar que el propio universo había dispuesto. Mientras tanto, en el mundo exterior todos pensaban en un banquete, pero estos dos increíbles amantes del amor sólo pensaban en que el tiempo no sería lo suficiente para liberar toda la tensión que habían acumulado a lo largo de varias semanas.

Después de unos instantes de pasión, la princesa debía marcharse antes de la medianoche, el elegido debía seguir su camino y el destino ya los había unido. Sin darse cuenta, la luna había sido testigo del universo, ilumino la noche para que ambos se dieran cuenta que al amor no sabe de barreras, que muchas veces duele, más de las que quisiéramos, pero cuando se siente, el dolor es lo de menos, lo que queda es el privilegio de haberlo sentido con la persona que en verdad siguió los pasos de la luna y el tiempo que puso el universo. Estos momentos son únicos, y aquellos que compraron el boleto del amor, no podrán sentirlo, sólo serán testigos de tener los bolsillos vacíos.

El universo tiene los boletos para que las personas se encuentren y se amen sin saber el tiempo que estarán juntos, es fácil amar cuando sabes que lo tienes todo seguro y es un privilegio amar cuando sientes que cada minuto que pierdes es un minuto de desamor.