Sensorial: dibujos, chocolates y verdades

Los momentos que nacen de la improvisación, de la espontaneidad y de esos pequeños y hermosos detalles, muchas veces pensamos que pueden pasar desapercibidos. No obstante, quedan en las 2 personas que lo vivieron. Es un código de sensaciones.

En aquella época, cuando apenas conocí a un gran amor, hablamos de los años 90. La situación era tan diferente, pero tan igual hasta el día de hoy. Vale decir, siento lo mismo que en ese entonces. Jamás podré olvidar la ternura y simpatía de sus mensajes. Una mujer extraordinaria, admirable y una increíble tenacidad que ninguna otra persona podría imaginar.

Una tarde, fue en el octavo mes del 90, ella pasó por mi humilde morada y dejó debajo de la alfombrilla de bienvenida un pequeño dibujo donde retrató nuestra tierna y frágil relación. A partir de eso momento quedé hipnotizado por esa mujer, había algo que me decía que debía conocerla con mayor profundidad.

Semanas después, aun pensando en el dibujo, volvió a pasar por casa y dejó en mis manos una pequeña barra de chocolate. No me miro, no me habló y se escapó. ¿Qué podía pensar? No lo sé. Fueron dos momentos, dos acciones, y que a la larga tuvieron un efecto.

La verdad es un tanto difícil de explicar, pero si hay algo que afirmar, es esa bella sonrisa que vuela por algún sitio contagiando bondad, picardía y un aura que delata la sutilidad de la persona. Esos momentos son las verdades, nuestros códigos y las llaves a nuestro baúl de recuerdos.

Pensar en ella es viajar en el tiempo y encontrar lo que un día apenas lo vivimos.