Días atrás revise [mi] pequeño espacio literario, donde guardo y almaceno los libros que felizmente fueron el apoyo en tiempos de motín emocional, segundos después miré en lo alto un viejo libro de Erich Fromm. Abrí el libro y me encontré con una breve anotación mía que decía:
En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre. El arte de amar, E.F.
Hoy por hoy sabemos que amar es cuestión de fe, y que muchas veces trasmitimos abiertamente un amor desinteresado, despreciando la codicia y la falsa riqueza por amor. Ahora, esa cosita material se llama, seguridad.
Los términos sutiles, tienen su definición y su elucidación, y la peculiar seguridad ha quebrantado el conocimiento de la relación en cuestión de minutos, dejando atrás el sucio lenguaje de la fulana que moriría por un puñado de dólares, o el simpático gandul que aprovecha el verso por besos ajenos.
A pesar de todo ello, el amor es admirable y que dura muy posiblemente un par de segundos, después se materializa, madura con el tiempo y se deja llevar en cada suceso. El acto de amar, no carece de conocimiento, se desnuda en cada acto de lealtad y respeto, te deslumbra sin a cambio cobrar ningún peso. Solo y únicamente te pide que ocasionalmente le dediques un minuto de deseo y una hora de entendimiento.
Por ello, dejemos caer un libro para recordar que un día fuimos ese gandul o esa fulana que prefirió la seguridad antes que saber amar, antes llegar al conocimiento…