Teorías, perros y amuletos: razones

Cuando el epílogo de una fábula se asemeja a la realidad vivida en sueños, es mejor seguir durmiendo. Despertar sería un pensamiento cruel para la salud mental de los hombres, aquellos que después de largas horas de trabajo, ansían descansar en su espacio conquistado a base de sudor y lágrimas.

Y el sueño, continua con el tiempo, dejando perros en la calle, sin collar ni amuleto. Hasta las pulgas mueren por descontento. El pan y el vino pasaron a la historia, el cortesano que vestía de Prada ahora duerme en la puerta del Prado. El domador de bestias tiene un collarín y un dueño, y el antes dominado vive dominando. El santo burgués crucifica a la iglesia y en San Pedro les disgusta el humo negro.
La analogía de los sucesos enfrenta filosofías, desprecia teorías y frena realidades. El camino tiene sorpresas y, al final del todo se rinde ante la supremacía del perro que puede vivir sin pulgas, y el hombre que puede morir con honor.

Sin embargo, los sueños son conquistables, pequeños relatos que son la esencia del credo y la esperanza, y a pesar de ello, el huésped maldito intenta cuartar la libertad del pensamiento. Coge el látigo del desprecio y quebranta los derechos de todo aquel que cree en su propio sueño. Soñar es una forma de vida; un cortometraje frágil, fugaz y apasionante. Los seres humanos solemos vivir de teorías, enfrascados en la realidad de hechos y sucesos que amargan la existencia. Pero, existe la realidad de los perros, un ser emocional que busca el verdadero amor; que marchita como una planta por falta de agua, en su caso, por la real ausencia de cariño, vive sin secretos ni amuletos y recorre los caminos del desprecio con humildad y sosiego.

«Ser… o no ser… Esa es la cuestión.»

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