Excelencia enemiga

Una nota que se dejó en el pasillo  Mr. Anónimo, antes de salir de una oscuridad enemiga…

Todo despertar entrelaza la verdad, la mentira, la intriga, y muchas veces no suele confesar absolutamente nada. Hay quién dice o se ánima a reproducir aquellas viejas historias de los 20 y 30, donde la verdad sabe a sacrificio y la sombra es más oscura que la propia muerte. Es un escenario que nos aleja de una supuesta realidad, de una bien distinguida pero mediocre civilización, nos aleja de los pasos que hemos consolidado en pos de mejorar la excelencia.

Cada miércoles se suelen reunir viejas amistades con carácter, con emociones, frustraciones, tensiones y todas aquellas problemáticas sociales que suelen envolver a personas que quieren encontrar el más allá de la mediocridad. No nos gusta la pasividad, la emotividad superficial o el fanatismo esporádico de no hacer nada y quererlo todo. En pocas palabras, no quiero ser enemigo de la excelencia.

En este sentido el colofón a la historia enemiga solo narrará lo vano o profano, pero jamás intentará saciar nuestra sed de excelencia con las notas más positivas que hemos conquistado. Somos gente de trabajo, amantes de la labor y seres de lo superior, y en ese palpitar podríamos llamar a un amigo de la tinta oscura y de sabios consejos que nos escribía: Acá hay tres clases de gente: la que se mata trabajando, las que deberían trabajar y las que tendrían que matarse.

Y los jueves volvíamos al anonimato.

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