Sin pelos en la jerga

Los buenos deseos llegan en fechas tan lucrativas, tan humanas y por momentos tan insensibles. Cuando llega la cuenta regresiva todos piensan que fueron lo sobradamente idóneos de enfrentar y vencer sus retos. Los más débiles no vencieron nada, los apócrifos afanosos perdieron las batallas, y aquellos enérgicos pero con disfraz de menos vehementes llegaron más lejos.

Muchos de los personajes hablaron de política e intentaron solucionar sus normas internas, el resultado fue lúgubre, otros profesaron  ser grandes economistas hablando de brotes verdes, el resultado fue vergonzoso y ridículo a la vez. Los obreros son simples obreros, los capataces son simples capataces, y los jefes unos simples complementos del poder.

La verdad de un creyente tiene un gran blasón, un lema de paz y amor, una canción con devoción y una migaja de clamor. Es el pensamiento perfecto según San Mateo y el camino negro según alguna orden sagrada. La ciencia y la teología avanzan y se acaban, dejando por en medio sus recursos inciertos.

Que los incompetentes se capaciten, los insignificantes que se nutran de conocimientos, y el vulgar individuo que pida exilio al palacio perdido.

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